viernes, 22 de enero de 2010

La Bolsa repleta

Esta mañana metí en un bolsillo el silencio, en otro el corazón partido y entendí que no había otro bolsillo para mi dolor; así que abrí una bolsa grande y comencé por meter al dolor, a los sueños rotos, al silencio, al corazón partido, seguí metiendo docenas de "peros", enfermedades, rencores, maldiciones, muchos "nuncas" y algunos "siempre", seguí con el sufrimiento, las pesadillas, los listones rotos, las mariposas muertas, los celos olvidados, la frustración a medias, la magia encadenada, el pasado, mi infancia perdida, mi adolescencia sostenida...
La bolsa comenzó a crecer y crecer, hasta llenar mi habitación de mi inframundo, terminé agotada, herida y con esa herida cerré la bolsa, salí de casa sin un ápice de dolor, volando entre el viento y acariciando el presente.
Observé en el parque y jugué con los niños, reí como loca y me despeiné como enana.
Estuve por ahí paseando, sin necesidad de comprar nada, sólo observando: las parejas de la mano, ancianos arrugados mirando al vacío, niños peleando y comiendo helados, mujeres con prisa, hombres cabizbajos...
Olí la pastelería y miré por la ventanilla, saboreé mis pastelillo favorito con crema pastelera y esa sensación de suavidad y dulzura que se siente en la boca, cremoso, suave...
Olfateé los pinos en la calle vieja dónde grita el niño "fruta fresca, llevela, llevela"...
Recorrí pasillos oscuros, calles iluminadas y mis ojos se maravillaban, mis oídos se sonreían y mi cuerpo se sentía flotar...
Entonces te miré del otro lado de la avenida y sin pensarlo comencé a gritar y a correr...es lo último que puedo recordar...



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